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lunes, 20 de febrero de 2012

Fútbol y conductas agresivas


La agresividad se caracteriza de otras emociones por ser un evento que prepara al organismo para la lucha y la defensa, lo que les permitiría a los organismos su sobrevivencia, no solo para garantizar en cierta medida la permanencia del organismo en sí, sino del organismo como especie (Pelegrín, 2008)

No es un secreto que la violencia ha aumentado en los últimos años en los diferentes ámbitos donde puede manifestarse (familiar, escolar y comunitario). La conducta agresiva y violenta también se manifiesta en el ámbito deportivo con una mayor intensidad y frecuencia. Tan solo hay que seguir un noticiero o periódico para comprobar los tipos de conducta agresiva de los deportistas y aficionados que podrían registrarse en diferentes encuentros deportivos en un fin de semana. Se debe revisar y reflexionar sobre las medidas establecidas para solucionar este problema.

Buss (1961) define la agresividad como; “la entrega de estímulos nocivos a otros”, donde no se tiene en cuenta la intención en un acto agresivo. Otros autores destacan la conducta agresiva, definiéndola como: “cualquier forma de conducta que pretende herir física o psicológicamente a alguien” (Berkowitz, 1996). Huesmann (1998) la define como “un acto que tiende a lesionar o molestar a otra persona”, y que podría ser de tipo físico o no.

Trianes (2000) plantea la conducta agresiva como: “un tipo de conducta funcional que suele estar al servicio de los objetivos que persigue el individuo. En muchos casos está dirigida a la solución de un problema interpersonal que puede ser debido a un conflicto de intereses, o un atropello en los derechos y libertades”.

Según Huizinga (1984), el hombre ha creado cultura a partir del juego, es mediante esta actividad que el hombre ha adquirido y desarrollado diversas habilidades psicosociales, como son el lenguaje, la interacción social y por lo tanto la capacidad de convivir con sus congéneres, desarrollando para ello reglas que definen los términos bajo los cuales se han de conducir y efectuar las relaciones interpersonales de acuerdo a cada grupo social y las circunstancias bajo las cuales se encuentran.

El fútbol es un juego reglamentado en el cual se definen las conductas que son permitidas en el terreno de juego y las sanciones a las que se hacen acreedores quienes violan alguna regla de este código de conducta deportiva. Al existir este reglamento formal, el juego del fútbol pasa a ser considerado un deporte.

El deporte es una actividad de carácter voluntaria a la cual se entrega el deportista con el fin de lograr un objetivo, romper una marca, vencer a un oponente, para lo cual ha de someter a prueba sus más altas y superiores cualidades, físicas, emocionales y cognitivas. De entre las cualidades emocionales destaca la agresividad. Podemos definir la agresividad como toda conducta que tiene por objetivo dañar física o psicológicamente a otro organismo, sin embargo en el contexto deportivo el daño ocasionado a los competidores opositores consiste en vencerlos dentro del marco de los lineamientos establecidos por cada disciplina deportiva.

En este caso particular diferenciaremos las conductas violentas de las conductas agresivas a partir de la violación de alguna regla socialmente aceptada, por lo que una conducta agresiva en el fútbol podría ser “cargar” al jugador oponente hombro a hombro, en tanto que resulta un acto violento el empujarlo con las manos y brazos extendidos, lo cual está sancionado como una falta en el terreno de juego (y socialmente reprobado en otros escenarios).

Agresión y violencia en el terreno de juego.

Las emociones en general podemos definirlas como una predisposición a actuar de manera específica ante situaciones y estímulos específicos. Así considerada las emociones, la agresividad sería una cadena de conductas en las cuales se involucrarían conductas de defensa, ataque, lucha, defensa y huida. Son conductas que aprendidas mediante la observación de un modelo al cual le refuerzan esta clase de conductas, sin embargo, para que ocurran estas conductas se ha de cumplir con las condiciones de oportunidad y capacidad.

La oportunidad se refiere a las circunstancias (el contexto) en el cual se desarrolla la actividad y que facilita la manifestación de alguna conducta agresiva o violenta. La capacidad se refiere a las habilidades que posea el organismo para desarrollar y evocar tales conductas, ya sean agresivas o violentas. Un tiro penal es la oportunidad de anotar un gol, ante lo cual el ofensor (quien cobra el tiro penal) tiene la posibilidad de demostrar sus habilidades para dominar y mostrar su superioridad sobre el defensor (el portero o arquero), bien, en la cual el defensor muestra que es superior al ofensor deteniendo o evitando el gol. Estas son conductas agresivas.

Existen otros factores que promueven la aparición o manifestación de estas conductas en el terreno de juego, tales como la percepción que el jugador tiene en relación con los jugadores del equipo contrario, su actitud hacia ellos, la importancia relativa que le da a vencer en particular al equipo con el que se van a enfrentar, los premios económicos al que pueden aspirar por tal victoria, además la percepción que tienen de sí mismos (Pelegrín, 2005).

Los días previos a algunos partidos, y muy en particular a los juegos de una final o los denominados “clásicos” son frecuentes las declaraciones de directivos, cuerpo técnico y jugadores, a las cuales los medios masivos de comunicación se encargan de magnificar creando un ambiente de alta expectativa y predisposición para actuar de cierta manera antes, durante y después del juego. El juego ha comenzado fuera de la cancha.

Para Durán González (1996), la agresividad es una disposición permanente de una persona para comportarse en una determinada situación. Un comportamiento es denominado agresivo cuando existe la intención o el deseo de perjudicar otra persona, independientemente de la realización del acto agresivo y de los efectos perjudiciales pretendidos, cuando una persona no respeta las normas sociales y las reglas deportivas y pretende perjudicar otra persona en el sentido de provocarle un perjuicio o daño personal, del cual puede resultar alguna forma de lesión corporal o sufrimiento psíquico.

El fin de una conducta agresiva es perjudicar o lesionar otra persona explícitamente (directamente). Esa  una forma de comportamiento,  denominada también como comportamiento intrínsecamente motivado (Durán González, 1996).

Conducta agresiva en el deportista.

En el deporte de alto nivel, se observan diferentes formas del comportamiento agresivo por parte de los deportistas, que varían conforme a las intenciones de los participantes y de las características de cada modalidad deportiva, especialmente de las reglas y del comportamiento del árbitro. Basándose en estudios realizados por Pelegrín (2005) se pueden diferenciar las siguientes faltas y agresiones en el fútbol:

·       Agresiones corporales
·       Conducta de impedimento intencional
·       Bloquear, empujar, echar.
·       Tiro directo o indirecto
·       Aproximadamente 24% de las faltas totales
·       Conductas de daño personal implícito
·       Apoyar, atacar, empujar, pisar
·       Consecuencias: advertencia o tarjeta amarilla
·       Aproximadamente 68% de las faltas totales
·       Conductas de daño personal explícito
·       Aproximadamente 8% de las faltas totales
·       Agresiones verbales
·       Amenazas, injurias y comentarios discriminadores
·       Agresiones no verbales
·       Amenazas

El comportamiento agresivo debe ser entendido como una interacción entre las agresiones del deportista y las agresiones de los espectadores. Los factores estructurales (p. ejemplo: las reglas) y situacionales (cantidad de espectadores), así como las disposiciones individuales (nivel de agresividad), ejercen una influencia decisiva en el surgimiento de comportamientos agresivos en el deporte. En suma, en  la investigación realizada por Durán González, (1996) se observó que la diferencia en la frecuencia en diferentes deportes, es atribuida en menor grado a las disposiciones del deportista en comparación con las diferentes estructuras de las modalidades deportivas en particular.
Los factores siguientes son significativos para el surgimiento de comportamientos agresivos en los juegos.

·       Juego local como visitante
·       Importancia del juego
·       Nivel de rendimiento de los jugadores
·       Marca del juego
·       Posición y tarea táctica del jugador
·       Comportamiento de los entrenadores
·       Cantidad y comportamiento de los espectadores
·       Estructura de las reglas deportivas.

Investigaciones realizadas en el deporte colectivo relatan que la conducta agresiva en el porte de alto nivel es aprendida y adquirida por medio de proceso de socialización. El surgimiento de comportamientos agresivos y violentos depende de forma significativa de la importancia emocional que el juego representa para cada jugador. Las expectativas de los espectadores, también pueden influenciar el comportamiento de los jugadores durante el juego. El comportamiento agresivo y violento por parte de los jugadores puede estimular a los espectadores contra el árbitro y crear un clima emocional de violencia.

BIBLIOGRAFÍA

Berkowitz, L. (1996). Agresión: causas, consecuencias y control. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Buss, A.H. (1961). The psychology of aggression. New York: John Wiley.

Durán González, j. (1996). El vandalismo en el fútbol, una reflexión de la sociedad moderna: Madrid, Gymnos.

Huesmann, L.R. (1998). La conexión entre la violencia en el cine y la televisión y la violencia real, (p. 87-132). En J. Sanmartín; J.S. Grisolía y S. Grisolía (eds.), Violencia, televisión y cine. Barcelona: Ariel.

Huizinga, J., Homo ludens. Madrid: Alianza Editorial, 1984.

Pelegrín, A. (2008). Variables de riesgo asociadas a la salud mental del deportista profesional y de alto rendimiento. En J.A. Mora y F. Chapado de La Calle (Eds.), Visión actual de la Psicología del Deporte. Sevilla: Wanceulen.

Pelegrín, A. (2005). Detección y valoración de la incidencia de las actitudes antideportivas durante la competición. Cuadernos de Psicología del deporte, 5 (1); 133-142.

Trianes, M.V. (2000). La violencia en contextos escolares. Archidona (Málaga): Aljibe.